martes, 28 de junio de 2011

Estrategia del PCU

Estaba escribiendo una nota para subirla al Blog hastsa que me encontré con el editorial de hoy del diario El País encontraando en él grandes similitudes. De allí que preferí subirlo y pegarlo para añadirlo.


¿Las urnas o el Pit-Cnt?

Quizá uno de los fenómenos más significativos del siglo XX -y que tiene todas las miras de perdurar en el presente siglo- es la desmedida gravitación del partido comunista en las decisiones que adoptan las distintas organizaciones que componen nuestra sociedad. No es un secreto para nadie que el mencionado grupo político sólo recibe un pequeño apoyo de la ciudadanía cuando ésta es convocada a emitir su voluntad en las elecciones generales. Y otro tanto ocurre en los demás ámbitos, principalmente en los sindicales.
Como resultado de esta anomalía, en este país el Partido Comunista se hace oír, está presente y canaliza muchas resoluciones en el seno de entidades políticas, artísticas, culturales, gremiales, etc., mucho más allá de lo que debería habilitar su propio caudal. ¿Cómo es posible esta paradoja que lo lleva a ser, prácticamente, cogobernante en aquellas áreas?, un problema que se agiganta mucho más desde que el Frente Amplio es gobierno. Sin duda, los comunistas actúan como verdaderos profesionales experimentados en las lides que genera la convivencia humana.
Sin duda, también, que por ello cumplen a rigor con las tareas que demanda la función a la que se dedican en cada caso, y lo hacen con devoción a su causa. Sin duda, igualmente, disponen en cada caso, y lo hacen con devoción a su causa. Sin duda, igualmente, disponen de los medios económicos que necesitan. Sin duda, por último, hay que reconocer que son eficaces propagandistas, innegables oportunistas e inescrupulosos por definición.
Todas estas condiciones son, a su vez, complementadas y potenciadas por la desidia, la falta de interés vital, que caracteriza a buena parte de sus opositores, sobre todo a los ocasionales.
Mientras los comunistas son integrantes de una cruzada (así lo consideran ellos), sus adversarios, en su mayoría, actúan como si fueran simples espectadores. La verdad es que los comunistas y afines gritan más, trabajan más y lo hacen con la mente fija siempre en el logro de sus objetivos a largo plazo: el triunfo revolucionario a través de la lucha de clases.
Este principio marxista respondía a una realidad imperante en los comienzos de lo que era la agresiva y despiadada revolución industrial pero no comulga en absoluto con la globalización mundial del siglo XXI ni con los irreversibles avances de la tecnología que aquella produjo ni, menos aún, con la esencia de las democracias consolidadas.
Precisamente, este sinsentido comunista de querer edificar el futuro mirando hacia atrás, hacia lo ya superado, sin percatarse de los profundos cambios que suceden en su derredor, ha hecho que los rusos -que al plegarse a la democracia tienen mejores razones que nadie para conocer las intenciones comunistas- califican, a los fanáticos seguidores de esta ideología caduca, como conservadores y reaccionarios. Está todo dicho.
Volvamos al principio. Nuestra democracia está siendo amenazada por el alevoso manejo que hacen las huestes comunistas de sus instituciones.
Es tal el desvarío y la desproporción existente entre su conducta y las consecuencias negativas que acarrean que cualquier observador foráneo se sorprendería por completo al constatar que, en el Uruguay de hoy, el corporativismo mal entendido es capaz de ocupar la Suprema Corte de Justicia, de paralizar las intervenciones quirúrgicas, de impedir el levantamiento de las cosechas, de cerrar fábricas impulsando a sus dueños a aceptar su cogestión, de descalabrar la enseñanza...
Dicho observador no podría menos que preguntarse: Pero, ¿quién manda en este país? ¿El Poder Ejecutivo, el Parlamento, el Poder Judicial o los sindicatos con cúpulas dirigentes que no se renuevan? ¿El Pit-Cnt o las urnas? Ha llegado la hora de poner un freno a quienes no representan más que a una minoría pero que pretenden ser la voz de toda la sociedad cuando es evidente que sólo buscan satisfacer intereses sectoriales y aún personales.
El País Digital

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